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Puenting Acuático en Valencia: Volar fuera de los sueños
Siempre quise volar y sentirme libre, y ahora, más que nunca, este deseo ha cobrado una intensidad que solo los sueños me permiten experimentar. Buscando hacerlo realidad, he descubierto que hay una forma segura muy cerca de mí.
Saltar en puenting puede parecer una locura, algo arriesgado y descabellado… y tiene una explicación: el desconocimiento. Por ello es que quise informarme bien, y buscar ese puente único en el que vivir mi sueño. Elegí a Somos Aventura cautivada por las imágenes de un puente acuático, un lugar que, a toda vista, es un paraíso para los ojos y los sentidos. Situado en Calles, una localidad a escasos 50 minutos de Valencia, ese puente de doble arco, con historia, dando paso entre 2 cañones, llenaba mis ojos de verdes y toda clase de tonalidades naturales invitando al salto.
La profesionalidad del equipo de Somos Aventura, tan seguros de lo que hacen, usando un arnesado integral que recoge todo mi cuerpo, su trato empático, la sensación constante de seguridad, sabiendo que al caer no dependo de una cuerda, sino de un trabajo minucioso, de unos sistemas de cuerdas que soportan más de 2200 kilos cada una, me hizo dar ese paso. Decidida, caigo en vertical segura de la decisión tomada, hasta que las cuerdas del puente de enfrente, me recogen y me columpian con una suavidad inesperada. Veo mi silueta reflejada en las cristalinas aguas del río Turia a mis pies, mientras me columpio como una niña y escucho el retorno de mis risas y gritos de alegría que salen sin control de lo más profundo de mi ser. Carcajadas llenas de vida, cuyos ecos resuenan en las paredes del cañón y me hacen sentir más viva que nunca.
Con la adrenalina corriendo por mis venas, y en el momento en el que comienzo a notar la relajación del descenso, vuelve a resurgir de golpe otra subida por la ilusión de ver que mi sueño todavía no ha acabado, ya que voy descendiendo a un cano-raft, en el que me desenganchan de todo lo que me ha permitido volar y prosigue la aventura… Voy a salir remando de un salto que, ni en el mejor de mis sueños, hubiera sido tan perfecto.
Mi guía me lleva hasta otro cano-raft, tomo la pala y el control de mi vida, siento que la experiencia ha sido más grande que el traje que visto cada día y remo con ilusión hacia la orilla para subir y volver a volar. No tiene precio lo pagado para las sensaciones vividas, y aun me queda tanto… Puedo saltar con otro tipo de anclaje, desde otra parte del puente, con otras visiones y sensaciones, mis ojos vibran ante tantas emociones juntas.
¿Y con qué me quedo? Con el alma repleta de vida y de haber cumplido mi sueño.
No importa el qué, sino dónde… Y con quién.