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Trailrunning tras los pasos de los maquis en la Tinença de Benifassà
Como casi todas las tardes me preparo las zapatillas, la ropa deportiva, un poco de agua y el "aparato imprescindible que no podemos vivir sin él", el móvil claro...Eso sí, sin olvidar el gps, nunca se sabe qué podemos encontrar escondido.
Hoy quiero subir al "Portell del Infern", el trabajo en fin de semana no me lo permite y entre semana hacen falta unas horas extras, parece extraño, pero echo de menos este rincón de la Tinença.
Unos minutos de coche y ya tengo la tierra debajo de mis zapatillas. En el embalse de Ulldecona sitúo el punto de inicio de la ruta de hoy. Este embalse, creado en los años 50, se construyó para dotar de regadío las tierras llanas a los lados del Río Sénia. Ahora sigue esa misma función y también la de ofrecer un oasis de agua en medio de estos montes calizos tan caprichosos. Los primeros pasos, siempre en subida en estas tierras, van dejando atrás el embalse.
En pocos kilómetros me adentro ya en la historia de estas montañas, el inicio de la senda del Portell del Infern. Sigo subiendo y las piedras del camino ya no son irregulares y caóticas, encuentro tramos de firme empedrado que ha resistido el paso de los siglos. Este camino, histórico donde los haya, significó el nexo de unión entre las tierras llanas del Río Sénia y la parte alta de la Tinença terminando en la localidad de Fredes, la más septentrional de la Comunitat Valenciana situada a 1.090 msnm. Un camino que ahora es una de las maravillas más visitadas de la Tinença, no en vano, discurre por una microreserva de flora, salvando impresionantes paredes de caliza y un gran desnivel para llegar a destino.
Sigo subiendo sin descanso por els Estrets de la Roñosa y me imagino lo difícil que sería la vida en estas sierras en tiempos de maquis. En este angosto paso, no había escapatoria, o pasabas o no.
En estos pensamientos ya voy llegando al Solà d'en Brull, un pequeño altiplano y descanso para nuestras piernas. Aquí siempre tengo una mirada para el conocido Pont Foradat, a nuestra derecha y a lo lejos, es un hito entre el Parc Natural de la Tinença y el Parc Natural dels Ports.
Sigo cuando de repente, un ruido entre los pinos me saca de mis cábalas...una cabra hispánica! No dejan de sorprenderme, me paro unos segundos, me mira y sigue su curso y yo el mío.
Ahora ya sé lo que me espera, la última subida antes de coronar el Portell. Con calma y con la certeza de saber dónde me tocará andar sigo los pasos de los antiguos comerciantes, maquis, guardias civiles, tragineros... viendo cómo las piedras del camino marcan el desgaste propio de los siglos por ese trasiego de vida.
Ahora, casi sin habitantes, la Tinença de Benifassà es un reducto de paz, tranquilidad y naturaleza, dónde podemos disfrutar, contemplar y admirar, el fruto de siglos de humanización y convivencia con el entorno.
Casi sin darme cuenta llego al "Portell", lo sé, el viento frío me devuelve a la realidad, y las pulsaciones me permiten admirar "por enésima vez" la fuerza geológica que un día generó esas paredes verticales y la fuerza humana para desarrollar un camino entre ellas.
Sigo mi rumbo y pienso en el escrito que siempre enseño en mis rutas guiadas, el escondite de unos guardias civiles y un cura durante la guerra civil, curiosa y trágica historia en estas montañas.
Un destello violeta atrae mi atención, en una milésima de segundo mi cerebro ya sabe que allí hay algo interesante, y lo es, la Viola o Pinguicula grandiflora Lam. subsp. Dertosensis, la planta carnívora endémica que vive en las paredes calizas de la Tinença y els Ports. Siempre que pienso en planta carnívora me imagino un gran monstruo de dientes enormes que devora personas, en fin, será el cansancio.
La foto de rigor que no puedo dejarla de hacer, lo que decía al principio, el móvil por seguridad, y como no, para captar ese instante o esa imagen que nos recordará para siempre la belleza de este lugar.
Así es la Tinença, salvaje, única, y singular.